La educación del
estudiante, del médico y del paciente tiene que reorientarse
No cabe duda que ante la avalancha de
conocimientos coincidentes con los avances de la biología molecular
y de la terapéutica y ante el mercadeo de servicios todos hemos
olvidado que nuestra misión central es el
paciente.
Enseñanza y práctica de las ciencias
sociales y de la conducta El Institute of
Medicine, equivalente estadounidense de la Academia Nacional de
la Medicina, acaba de emitir uno de sus ya tradicionales y
trascendentales documentos.
Se trata de una oportuna alerta a
la comunidad médica, que va desde las aulas universitarias hasta el
ámbito de la práctica clínica, en el sentido que es perentorio
retomar las ciencias sociales y aprender para enseñar las prácticas
conducentes a mejorar la conducta del paciente.
Cincuenta por
ciento de las causas de mortalidad y de morbilidad en Estados Unidos
y por extrapolación en el mundo están ligadas a factores sociales y
conductuales. Son causas prevenibles en su totalidad.
En las
páginas de las revistas médicas se habla sin cesar por estos días de
la epidemia de obesidad y de diabetes mellitus tipo 2 pero el mayor
esfuerzo se emplea en promover los tratamientos farmacológicos
modificadores de la obesidad y de la diabetes y no en impactar sobre
una dieta sana, reducción de peso y ejercicio y no solo como
tratamiento sino como prevención. Y los médicos nada hacen excepto
si su especialidad toca con la estética y les
conviene.
Sabemos hasta la saciedad que el cigarrillo es una
de las primeras causas, sino la primera de morbilidad y de
mortalidad pero los gobiernos por percibir unos cuantos dinares
impositivos y por defender a unos pocos agricultores y sobre todo a
industriales, equivalentes íntegros de los narcotraficantes, se
hacen mudos y sordos. Y los médicos no solamente fuman sino que nada
hacen por investigar el hábito en sus pacientes y en
combatirlo.
El alcohol hace estragos pero de igual manera no
hay un esfuerzo concertado por corregir el problema.
Y lo que se dice del alcohol es válido para todas las
drogas adictivas, mal llamadas recreacionales.
En toda la
sociedad, y no solamente en los países en desarrollo, la violencia
intrafamiliar, el abuso sexual, el incesto, el maltrato de lo
ancianos y de los niños, son gravísimos males que, unidos en algunos
países a la violencia de grupos armados al margen de la ley, crean
problemas que trascienden a la posteridad, más allá del daño
contemporáneo. Todo se centra en conductas aberrantes que son
corregibles y ligadas en muchos casos a las drogas y al
alcohol.
Del mismo modo, por carencia de una educación
adecuada, se observan muertes e invalidez por accidentalidad laboral
y vehicular, en empresas, calles y carreteras, que conllevan un alto
costo para los países. También es cuestión de conducta por descuido
y por agresividad emocional.
Poco o nada se hace, excepto por
beneméritas instituciones atacadas por quienes se escudan con
fariseísmo en principios pseudoreligiosos, por combatir las
relaciones sexuales precoces con su secuela dolorosa de embarazos a
edad prematura o de abortos. Tampoco por la educación sexual que
prevenga esos embarazos y las enfermedades de transmisión sexual que
hoy arrasan el mundo.
Es imprescindible que haya una
interacción “mente-cuerpo”, como dice el reporte citado, que se
enfoque en los factores biológicos, de la conducta, psicológicos y
sociales que comprometen la salud. El médico desde la universidad
debe aprender cuál es su rol en el cambio de la conducta del
individuo y para ello debe mejorar la habilidad de comunicarse de
manera eficaz con personas de todos los estratos
socio-culturales.
Quizás, como lo dice con acierto
Lancet, los médicos vamos a aprender cuando nos comiencen a
demandar por no cumplir con nuestra obligación de alertar sobre el
cigarrillo, el alcohol, las prácticas sexuales inapropiadas y la
obesidad. Tan mala práctica es no hacerlo como dejar una pinzas en
el abdomen de un paciente que luego muere por
peritonitis.
Desinformación otra manera de mala
praxis Un estudio publicado en Annals of Internal
Medicine, concluye que los materiales educativos que se le
entregan a los pacientes sobre cáncer temprano de la próstata
contienen información incomprensible sobre los riesgos y beneficios
de cada opción de tratamiento.
Es evidente cómo se omite lo
que debería ser la primera opción: observación y espera.
No
es razonable que, así se diga que es por convicción, que los
especialistas en general, lleven del cabestro a los pacientes a
tratamientos radicales que en la mayoría de los casos no requieren,
al menos en un principio.
Lo grave es que se utilizan los
medios masivos para diseminar información que no es acorde con la
evidencia. Es una forma de mercadeo personal e institucional al
llevar la firma del autor y la institución donde labora que en nada
se diferencia de las prácticas empleadas por la industria pero que
en el caso de los médicos son todavía más inaceptables. Y sobre todo
si son incorrectas o incompletas al menos. Las publicaciones en los
medios masivos no deben ser firmadas excepto por quienes no ejercen
la profesión.
El médico debe adherir a la evidencia y
ofrecerle al paciente todas las opciones y que él participe
activamente en la decisión que a él y sólo a él incumbe. Y las
publicaciones deben reflejar el panorama integral y no aquello que
esté acorde con el criterio personal del médico, que es uno pero que
puede estar sesgado.
Otro artículo en Lancet clama
porque haya un mercadeo científico ante los médicos para que
conozcan las guías clásicas, por ejemplo, sobre hipertensión
arterial, que permiten buen manejo y a costos razonables en la
mayoría de los pacientes.
No leyó
las Ediciones
Anteriores? no se
preocupe,
Recuerde, toda la información médica que usted necesita, la
encuentra en: www.iladiba.com.co |